Junio da el pistoletazo de salida al verano, al calor, a la época estival y al disfrute merecido. Es un mes de transición, un mes de buen rollo y el mes de una de las citas más importantes del panorama europeo de constructores: Wheels & Waves.

Al sur de Francia y colindante con nuestra frontera, Biarritz acoge el evento en el que se reúne lo más pintoresco de la escena de la transformación de motos, aunando carreras y estilo, seriedad y desparrame, lo real y lo “fake”. Y es que, como puede verse dando un paseo por el recinto, la moda de las motos, el aspecto rocambolesco y las marcas que han podido hacer la nada despreciable inversión de exponer allí hacen que los verdaderos amantes de las motos (que no moteros obligatoriamente) vean cómo se está vendiendo la esencia, el “soul” y la autenticidad que cabría esperar a un grupo de espantapájaros disfrazados para la ocasión con aspecto desaliñado a precio de traje de Armani. Ya no vale cualquier vestimenta, pero sí cualquier montura. Quizás cabría esperar que con este empujón del sector, la evolución natural llevaría a un avance considerable en originalidad, ingenio y acabado de las motos que por allí desfilan. Pero, a cambio, lo que más abunda es una copia de la copia de la copia (bucle infinito) de una moto del 2010, pero con unos puños diferentes o una línea de otro color en el depósito. Pura magia mecánica. Por suerte, aún queda un bastión humano (o también llamados putos tarados) que resiste al azote de las modas (o más bien les da igual), que siguen construyendo sus locuras, por muy fuera de onda que estén. Y es que en Biarritz también te puedes encontrar auténticas obras de arte rodantes, y sólo por probabilidad, merece la pena ir.

El evento en sí está montado con gusto y amor, y eso se nota. Los detalles cuidados, la música y el emplazamiento hacen que pasear por la zona de exposición sea una experiencia a recordar. Quizás se echa en falta un punto canalla, una vueltecita de tuerca a la exploración de nuevos horizontes (aunque poco a poco van calando otras “artes”, como el patín y la fotografía) y, por favor, una cerveza decente en el recinto. Además, para los más afortunados y madrugadores en la llegada a tierras galas, El Rollo y el Punks Peak harán las delicias de los que quieran desaforar su adrenalina a golpe de acelerador. Punto a favor.

Resumiendo, un evento imprescindible en la agenda, con una localización idílica y a la que ir en compañía de buenos amigos, que hará que tu deseo de volver año tras año se convierta en un pequeño parásito con el que compartir una vida.